El 18 de octubre del 2019 fue un día que marcó un antes y después en la memoria de los chilenos. En este día quedó evidenciado que el modelo económico que gobierna el país, un modelo que fue creado en dictadura y que beneficia a los empresarios y hace mas rico a los ricos y a los pobres, más pobres y endeudados, no era el ejemplar e ideal sistema que planteaban los medios de comunicación tradicionales, si no que uno que, quizás, funcionó hace treinta o veinte años, pero que hoy parece quedar obsoleto.
Dicho sistema, que mantenía a la mayoría de la población disconforme y cansada de abusos, provocó que al igual que una olla a presión el cansancio y la molestia general, explotara. Así, el estallido social marcó el fin de una situación que venía acumulándose desde hace treinta años y poniendo en la mesa del debate, muchas inquietudes por parte de la población, las cuales no eran atendidas por nadie.
El pueblo chileno “despertó” y no dejaron de gritar y manifestarse en las calles durante meses para expresar su descontento, a medida que las semanas pasaban diferentes gremios y servicios se unían a las diversas marchas y paros con sus propias consignas y reclamos, el chileno clase media quería hacerse escuchar de la manera que sea y una de esas maneras fue a través de los medios de comunicación.Los medios tradicionales, por su parte, intentaron disimular la situación, en parte porque la mayoría de los canales de televisión, radios y periódicos que contienen mucha audiencia, forman parte del monopolio comunicacional que existe en el país, el cual no se beneficia políticamente de las protestas. Y por otro lado, estos medios procuran crear audiencia, así lo demostró la encuesta Cadem a fines del 2019 en donde un 90% de los chilenos creen que los medios de comunicación tradicionales están más interesados en mostrar noticias que haga crecer su audiencia y mejorar sus resultados económicos que en la calidad y cobertura de las noticias.
Los medios en el estallido social cumplieron un rol fundamental, pero también, muy cuestionable a la hora de entregar información. Muchos medios tradicionales se aprovecharon de su popularidad y comenzaron a redactar y despachar información, que, si bien en algunos casos no era mentira, si tenía errores. Asimismo, otros medios tradicionales, si faltaron a la verdad y tergiversaron información. El público, acostumbrado a leer su diario de todos los días o de ver el matinal en las mañanas, poco y nada se cuestionaban si la información que recibían era verídica, quedándose con lo que “su medio” les decía.
Prensa independiente y de contra información
Sin embargo, la prensa independiente o de contra información agarró vuelo, y con este, alcanzó a llegar a mucha más gente que antes. Gracias a las redes sociales, la triangulación de información se hizo más fácil y accesible para todas las personas con acceso a internet. La gente comenzó a darse cuenta de la realidad en cuanto información que recibían a través de los grandes medios, empezaron a cuestionarse quizás, por primera vez, si la televisión mentía, como lo decían los jóvenes pero que nadie creía. El estallido social dejó al descubierto para quién trabajan los periodistas de los medios tradicionales.
El código deontológico del Colegio de Periodistas de Chile, habla de que los periodistas están al servicio de la sociedad, que la información no puede ser manipulada bajo ninguna circunstancia y que está debe ser verificable y fundamentada, sin embargo, y a pesar de las grandes faltas a la ética periodística, muchos siguen sin ser cuestionados y ejerciendo como si nada hubiera pasado. La impunidad trae como consecuencia que se repitan las faltas, porque nadie pone “mano dura” contra quienes infringen estas normas.