La relación entre la comunidad y la naturaleza en un entorno urbano es un tema cada vez más relevante en la actualidad, ya que las ciudades enfrentan desafíos relacionados con el desarrollo sostenible y la protección del medio ambiente. El caso del humedal Angachilla en Valdivia, Chile, ilustra cómo una comunidad, en este caso, la Villa Claro de Luna, ha emprendido un movimiento ciudadano para proteger y restaurar un importante espacio natural en su entorno urbano. Este proceso cambió la forma en que la comunidad percibe su paisaje y reconfiguró sus relaciones con el entorno con una serie de impactos significativos en su calidad de vida y su identidad.
El humedal Angachilla se encuentra en la ciudad de Valdivia, en la Región de los Ríos, Chile, próxima a la Villa Claro de Luna. Todo aquello que está entre el Río Angachilla y el Parque Krhamer, el último hilo de agua que tiene, es el humedal Angachilla. Esta es una región con una gran cantidad de humedales, pero su área urbana también ha experimentado un rápido crecimiento.
El residente de la villa Portal del Sol colindante con el humedal Angachilla en Valdivia, Otto Luhrs comentó que en medio de la transformación del humedal Angachilla, persisten unos escasos 500 metros de un oasis ecológico, un remanente de «humedal sano». Esta porción no ha sido intervenida entrópicamente y se extiende a lo largo de medio kilómetro. Este tramo se ganó la designación de «humedal sano» gracias a su aspecto de acuario, con aguas translúcidas que permiten vislumbrar la diversidad de la vida acuática en su estado natural.
La expansión urbana y la alta demanda inmobiliaria en Valdivia han ejercido una presión significativa sobre los humedales de la región, incluido el humedal Angachilla. A pesar de que se reconoce su importancia ecológica, estos ecosistemas están en riesgo debido a la codicia en el mercado inmobiliario y al desarrollo de infraestructura urbana, como la expansión de la avenida Circunvalación.
Durante un período, se hizo un trabajo enfocado en las plantas que crecen en el humedal, específicamente dos especies que forman una «alfombra». Esta intervención llevó a la ruptura del equilibrio biótico, abiótico, vegetal y animal, esencial para la estabilidad saludable del humedal.
En los últimos años, se observó un crecimiento exponencial de la vida vegetal, que está desplazando al resto del ecosistema, especialmente al agua sin vegetación. Dicha transformación llevó a la desaparición del espejo de agua, afectando la vida de aves acuáticas como cisnes y patos, mientras la presencia de garzas se mantiene estabilizada.
El humedal Angachilla tiene obstáculos por la proliferación de «torniquetes» en forma de obras viales, como Circunvalación Sur y Avenida Francia, que fragmentan y atraviesan el área comprendida entre el Río Angachilla y el Parque Krhamer. Estos proyectos, a menudo de gran envergadura y construidos con hormigón en extensiones de hasta 30 metros de ancho, generan una fragmentación del hábitat que impacta negativamente en la biodiversidad y en la capacidad de las especies para migrar y dispersar semillas. La ingeniería hidráulica, al canalizar el agua a través de tuberías y limitar su flujo natural, perturba los patrones ecológicos y contribuye al estancamiento del agua, afectando la calidad del hábitat acuático.
El humedal Angachilla experimenta ciclos naturales de flujo y estancamiento, marcados por las estaciones anuales, los cambios diarios de marea y los ciclos lunares debido a su proximidad al mar. Sin embargo, estos procesos naturales se ven alterados significativamente por las obras viales que actúan como «torniquetes». La intervención humana en el flujo del agua crea un efecto sebáceo, donde la vida vegetal, que normalmente seguiría su ciclo natural de crecimiento y descomposición, se convierte en sedimento estancado en lugar de fluir hacia el río.
Esta acumulación de materia orgánica muerta afecta el equilibrio entre lo que se mueve hacia el río y lo que permanece en el lugar. La presencia de estos «torniquetes» aumentó el porcentaje de materia orgánica vegetal muerta que se queda en el humedal. Este cambio altera el proceso evolutivo natural del humedal hacia una pradera, que normalmente llevaría siglos, acelerándolo de manera antinatural.
Territorio y Comunidades Afectadas:
El territorio afectado incluye también áreas circundantes que están siendo urbanizadas. Las comunidades más afectadas es la Villa Claro de Luna, Villa Galilea y Villa Portal del Sol, ubicadas cerca del humedal. Estas comunidades lucharon por la protección del humedal y experimentaron conflictos con las autoridades que desean expandir las avenidas a través de él. Otto mencionó el impacto de los perros silvestres y callejeros
Mapeo de la Situación Local y Contexto Específico:
La perspectiva de aquellos con poder político y de toma de decisiones es cuestionable, particularmente en la planificación urbana, quienes justifican obras en nombre del progreso y la felicidad de la comunidad valdiviana. Estas decisiones, respaldadas por una visión centrada en el automóvil, no consideran adecuadamente el impacto ambiental y social de proyectos de infraestructura.
El poder económico también entra en juego, pero en este caso, no se trata de las industrias automotrices o petroleras, sino de las forestales. La amenaza más inminente para el humedal Angachilla se materializa en un proyecto de anillo vial de cuatro pistas que busca atravesar los humedales Prado Verde y Angachilla, que conecta el sector La Punta con Villa Galilea. Esta iniciativa se presenta como una solución para optimizar el transporte de camiones forestales, promoviendo la eficiencia en términos de combustible y tiempo hasta las chipiadoras de Las Mulatas y Guacamayo. Sin embargo, es fácil refutar el argumento de que desviar camiones fuera de la ciudad es una solución sostenible, ya que la expansión urbana inevitablemente incorpora estas vías dentro de los límites urbanos.
El problema socioambiental en el Humedal Angachilla de Valdivia se relaciona con la expansión urbana, la alta demanda inmobiliaria y la falta de compromiso por parte de las autoridades para proteger este valioso ecosistema. La comunidad local, como la Villa Claro de Luna, luchó por su conservación y ha promovido la participación ciudadana en la gestión del territorio, lo que refleja un conflicto más amplio entre el desarrollo urbano y la conservación ambiental en la región.
Por: Martín Bravo Vergara, Renzo Soto Irigoyen y Diego Carrasco.