El 15 de agosto se autorizó el funcionamiento parcial del puente CauCau, con más de cuatro años de retraso, el primer puente de su tipo en Latinoamérica bajó sus brazos y permitió el paso de miles de valdivianos que salieron entusiasmados a ver la maravilla que era cruzar por tan magna obra de ingeniería.
Las redes sociales se desbordaron con fotos y videos de gente atravesando el puente por primera vez, ya fuera a pie, en auto, o en bicicleta, nadie quería quedar fuera del momento que parecía histórico, incluso yo admito haber subido una storie a mi cuenta de Instagram mientras cruzaba el puente por primera vez, pero minutos después de realizar la publicación, me sentí incómodo, como si hubiera dado en el gusto a quienes esperaban que publicara el hecho como un logro para la ciudad, como una señal del avance, y como si esta apertura parcial borrara todos los errores del camino.
Dos semanas después, el puente volvió a ser el centro de atención, solo que esta vez por la apertura de los brazos, como si nunca lo hubieramos visto con los brazos levantados, fuimos bombardeados por imágenes de lo que durante años fue cotidiano, pero que ahora era celebrado como un tremendo acontecimiento.
En fin, aparentemente de ahora en adelante, a pesar de que no exista progreso real, cada vez que el puente se mueva, ese movimiento sera lo único en lo que fijemos nuestra atención, así como la lluvia es para Santiago, para nosotros será el CauCau, un comodín comunicacional que se saca cada vez que no hay material para llenar la pauta.
Me parece preocupante, porque al final del día no es más que un puente.