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                                                                                                                                                                          Columna de opinión    Por Mónica Catrilaf

Según los datos publicados por el Ministerio de la Mujer y la Equidad de Género, al 31 de agosto de 2018, en Chile se han registrado 27 femicidios consumados y 80 femicidios frustrados. Mientras que en la región de Los Ríos se registran al menos 23 casos activos, considerados como de alta connotación social, entre ellos femicidios consumados y frustrados, de los cuales uno de ellos data de este año según informó a radio BioBio la seremi de la Mujer y Equidad de Género de la región, Waleska Ferhmann. Estas son cifras reales que nos muestran las terribles consecuencias de no haber actuado a tiempo o de no haberle tomado el peso que tenían las denuncias de mujeres, que la mayoría de las  veces llevaban viviendo años de violencia física y/o psicológica y que de un momento a otro son brutalmente asesinadas.

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Cuando revisamos los casos de femicidos en Chile, nos damos cuenta que en la mayoría de los casos las mujeres habían constatado algún tipo de lesión o agresión psicológica anteriormente, muchas de ellas incluso estaban con ordenes de alejamiento o en procesos de denuncias, pero aún así, siguen habiendo casos que no son tomados en cuenta y que las mismas mujeres no se atreven a contar por miedo a ser juzgadas, cuestionadas o que la denuncia les traiga más problemas que soluciones.

En la sociedad en la que vivimos antes de brindarle ayuda a una mujer que sufre violencia en una relación, primero se le cuestiona y pone en duda su relato, se le juzga y revictimiza. Los procesos son largos y la mejor forma de recibir ayuda inmediata es cuando lleva evidencias físicas de la violencia a la que se enfrenta. En el fondo se le vuelve a violentar y ¿quién quiere pasar por un proceso en donde te hacen sentir culpable y hasta dudar de tu propio relato?

El primer paso para evitar un femicidio, es cambiar nuestra cultura y pensamiento. Debemos comprender que nadie se expone gratuitamente a una denuncia por querer tener réditos de esta. Y por sobre todo dejar de ser  actores pasivos ante la violencia en relaciones de pareja, porque la gran mayoría hemos sido testigos de algún tipo de violencia en relaciones de amigos o familiares (control, celos, insultos, gritos, violencia física y/o verbal) y no hemos sido capaces de brindar la ayuda necesaria.

Comprendiendo lo anterior podremos empezar a ver un cambio sustancial en la sociedad y terminar al fin con el miedo que sienten las mujeres de denunciar, porque no habrá justicia y estarán más expuestas a su agresor o por el daño social en donde la gente se cree con el derecho a juzgar y especular.

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Marcha contra todas las violencias Valdivia 2018