Los torreones son los únicos vestigios de su tipo a nivel nacional.
Seguramente más de alguna vez, nos detuvimos a observar o simplemente fotografiar estas emblemáticas construcciones históricas, que han sido testigos del paso del tiempo, manifestándose en el desmoronamiento de su material, los rayados en su superficie y la presencia de maleza en su interior, visibilizando la escasa mantención y la despreocupación tanto de las autoridades como de los propios ciudadanos.
El Torreón Picarte (antes denominado Del Barro) y Los Canelos, fueron construidos en 1774 y ubicados en puntos estratégicos de la ciudad. Originalmente utilizados como fuertes, también cumplieron labores de calabozo, molino de viento y en los peores casos como bodega. El 24 de marzo de 1926, fueron declarados Monumento Nacional, sin embargo, a pesar de su importancia y valor patrimonial, la última restauración registrada data de finales del siglo XVIII.
Pese a que el cuidado de estas estructuras recae en la Municipalidad y el Ministerio de Bienes Nacionales, no se ha generado en todos estos años de reconocimiento nacional e internacional, un plan de reconstrucción o una mejoría eficiente. Es ahí, donde la denominación de Valdivia como «capital cultural» pierde sentido, ya que se deja de lado a las principales estructuras que representan una parte importante de la historia de esta ciudad y que hechos como rayados en estas edificaciones manifiestan la escasez de educación cultural y la urgente necesidad de la protección patrimonial.
Imagen: Constanza González.