Frente a una serie de irregularidades y falta de soluciones, estudiantes de la universidad manifestaron su descontento.
El pasado martes 18 de octubre, estudiantes de la red de hogares de la Universidad Austral de chile UACH se tomaron la dirección de asuntos estudiantiles DAE de la sede valdivia, campus isla teja, como último recurso tras la insistencia en la solicitud de soluciones que no fueron acogidas.
Los alumnos se refirieron a las condiciones en las que estaban viviendo durante el último tiempo, entre las que destacaron las carencias de infraestructura de los diferentes hogares universitarios, mencionando la existencia de goteras en algunas habitaciones como también problemas de calefacción en el invierno, frente a esa situación los estudiantes enviaron correos a la DAE a la espera de soluciones, sin embargo, no recibieron la respuesta que esperaban.
Una estudiante del hogar Licarayén se refirió a la situación expresando que:
Además de lo anteriormente mencionado se sumaron las denuncias por la insalubridad que hay dentro de la red de hogares, destacando la presencia de ratones, chinches y hongos en las paredes, en este marco Catalina Villagra, usuaria de uno de los hogares dijo que han intentado comunicarse con las diferentes entidades a cargo pero que estas no han dado respuestas satisfactorias, siendo más bien de carácter burlesco, finalmente calificó la situación como indigna para un estudiante.
Asimismo, hicieron hincapié en que también han tenido cortes de suministro como la luz y el gas, teniendo incluso un corte de este último de hasta seis días, situación que se pudo haber evitado ya que los alumnos habían informado a coordinación de hogares que se estaban quedando sin gas con dos semanas de anticipación.
Finalmente, los usuarios de los hogares hicieron un llamado a la concientización con respecto a la diversidad sexual y que esto no debiese ser un requisito excluyente al momento de solicitar un cupo, esto en consecuencia de las dificultades que enfrentó una estudiante al solicitar un cupo.
Fotos por María Inés Lincocheo